Transformación en tiempos de Corona

Oportunidad en crisis

Esta pandemia ha trastornado todos los aspectos de nuestras vidas. Millones de personas están infectadas y cientos de miles ya han muerto en todo el mundo, sin que aún se vislumbre el final. Se ha perdido un número asombroso de puestos de trabajo y casi todas las grandes economías se enfrentan a la perspectiva de una recesión prolongada, potencialmente la peor que se recuerda. Los políticos intentan sortear el campo minado de los intereses electorales nacionales, las agendas diplomáticas internacionales, salvar vidas humanas y proteger las economías del colapso. Los llamados "líderes mundiales" y las "superpotencias" están de rodillas, luchando por sobrevivir.

Todo por culpa de un virus invisible.

Pandemia - Una crisis existencial colectiva

Algunos informes sugieren que se transmitió de murciélagos a humanos en mercados de carne. Otros, que podría haber escapado accidentalmente de un laboratorio debido a la laxitud de los protocolos de seguridad. Hay rumores de que el virus fue creado y propagado intencionadamente por cierto país para perseguir su objetivo de dominar el mundo. Aunque abundan las conjeturas y especulaciones, no así los hechos. Lo que es innegable es que la gente está conmocionada. No saben cómo procesar e interpretar lo que están viviendo.  

Todo el mundo se pregunta. ¿Por qué está ocurriendo todo esto? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿Se trata de un proceso evolutivo diseñado para eliminar a los débiles y vulnerables? ¿O es la forma que tiene la naturaleza de castigarnos por la forma en que hemos destruido el planeta? ¿Es una "ley kármica" que tenemos que soportar por matar y comer animales? ¿Una justicia cósmica dictada por la divina providencia?

Como monje practicante de la tradición bhakti-yoga y uno de los mentores de Chantnow, recientemente se me han acercado personas con preguntas de este tipo, en busca de una visión del mundo que pueda mitigar su temor existencial. En este artículo, intento ofrecer una visión y una perspectiva de la situación y argumentar que, aunque incómodos, acontecimientos como este pueden, y deben, actuar como catalizadores de la transformación. Mi afirmación es que sólo podemos responder mejor al sufrimiento cuando cultivamos una auténtica visión e inspiración espirituales y nos dejamos guiar por ellas. 

Empecemos analizando brevemente algunos intentos populares de interpretar la crisis.

El virus Corona como agente evolutivo

Algunos sugieren de forma amarga y cínica que se trata de un proceso evolutivo darwiniano para librar a la sociedad humana de los enfermos y los ancianos. Que hay en juego una moral racional inherente a la naturaleza. Esto parece difícil de demostrar empíricamente. Hemos visto otras pandemias en el pasado matar indiscriminadamente a viejos y jóvenes, capaces y débiles, poblaciones supuestamente resistentes y vulnerables. La propia pandemia actual, a medida que avanza, ya no se limita a los ancianos o a las personas con comorbilidades. Existen diversas cepas y mutaciones que empiezan a afectar incluso a bebés, etc.

El virus Corona como ecualizador

Una segunda hipótesis popular es que el coronavirus es el resultado del cambio climático y que la naturaleza se está auto corrigiendo, reequilibrándose al matar a los humanos, obligándoles a detener todas sus actividades para que pueda producirse la curación. Según las pruebas científicas disponibles, las temperaturas globales, el calor, la humedad, etc. no parecen afectar a la propagación del coronavirus de forma significativa. Sin embargo, se sabe que los virus mutan mucho más rápido que los organismos celulares. Cuando los cambios medioambientales se producen a un ritmo acelerado, los virus tienen la oportunidad de adaptarse más rápido que los humanos. Además, a medida que disminuyen las poblaciones animales debido al cambio climático, se reduce su diversidad genética, esencial para controlar las enfermedades. Con más humanos invadiendo los hábitats de los animales, aumenta la interacción entre humanos y animales, lo que proporciona una mayor oportunidad para que las enfermedades salten de especie. Aunque no lo parezca, las pandemias no son aleatorias ni caóticas. Los virus se difunden y propagan selectivamente para explorar los nichos ecológicos que han creado los seres humanos. Ponen al descubierto las fallas en nuestra relación con el medio ambiente, incluido el entorno construido que creamos y el entorno natural que responde.

El virus Corona como castigo

Examinemos ahora la opinión de que el virus es resultado de la matanza de animales y un castigo por ello. Las investigaciones indican que el coronavirus está relacionado con un virus que se encuentra en los murciélagos y que los humanos pueden haberlo contraído a través de un huésped llamado pangolín. Para quienes no lo sepan, los pangolines son animales exóticos que se comercializan en "mercados húmedos" ilegales de animales salvajes junto con civetas, zorros, gansos y jabalíes salvajes, etc. También es un hecho que la mayoría de las pandemias de los últimos 100 años fueron causadas por "zoonosis", es decir, gérmenes que proceden de animales distintos de la especie humana. El VIH procedía de primates no humanos. El ébola, de los murciélagos. El virus del sarampión procedía de una enfermedad que afecta a las vacas, al igual que la encefalopatía espongiforme bovina (enfermedad de las vacas locas), resultado de prácticas preocupantes en la industria cárnica, por poner sólo algunos ejemplos. Así pues, es probable que las pandemias tengan un vínculo de cuerda con la producción, venta y consumo de carne.

El karma es complicado

Hay pruebas, datos, lógica y testimonios de expertos que apoyan y refutan todos los argumentos anteriores. No hay una conclusión clara e inequívoca sobre cómo o por qué nos ha sobrevenido esta calamidad. Esto puede ser frustrante, pero no es sorprendente. Según el concepto de Karma, entendemos que nada nos "ocurre porque sí". Lo que ocurre está íntimamente relacionado con nuestras acciones pasadas. Una devastación a tan gran escala no es un mero accidente. Está intrínsecamente relacionada con nuestras acciones colectivas pasadas.

Sin embargo, aunque esto es cierto, también debemos tener en cuenta que los entresijos del Karma son extremadamente difíciles de comprender. Toda la ciencia del Karma se explica en el Bhagavad Gita (que además de ser el libro más leído del pensamiento filosófico indio, es también el manual para los practicantes del bhakti-yoga). En esencia, aprendemos que todo lo que nos sucede es el resultado de una combinación impredecible de las reacciones a nuestras actividades pasadas y presentes.

Por eso no es de extrañar que cuando intentamos trazar una relación casual directa, de uno a uno, entre la secuencia de acciones pasadas y las circunstancias presentes, acabemos frustrados. Si alguna vez te has preguntado "por qué le pasan cosas malas a la gente buena" o alguna variante de esa pregunta, no eres el único. Se debe a una comprensión incompleta y excesivamente simplificada del karma como paradigma de acción-reacción que se desarrolla en tiempo real.

Así que, como individuos, no tiene sentido obsesionarse con señalar una única causa de la pandemia. Basta con saber que, con toda probabilidad, fue el resultado de una combinación de factores que van desde nuestro trato poco ético de los animales, pasando por una cultura del consumismo alimentada por la búsqueda capitalista de beneficios a costa de la salud del planeta, hasta intereses políticos creados que priman sobre salvar la vida de las personas.

La pregunta más pertinente es qué hacemos ahora. ¿Cómo saldremos de ésta? ¿Cuál debería ser nuestra respuesta ideal?

Soluciones materiales a problemas materiales ?

Como supuestos pueblos modernos, educados y progresistas, confiamos y dependemos de nuestros bien financiados laboratorios de investigación, hospitales de última generación, tecnología punta, billones de dólares en ayudas financieras y una democracia que funciona, para acudir en nuestro rescate en tiempos de crisis como la pandemia.

Sin embargo, la historia demuestra que estas cosas son sólo una pequeña parte de la ecuación. En la forma en que respondemos a estas crisis y salimos de ellas, nuestras opiniones morales, éticas y religiosas desempeñan un papel igual o mayor. Nuestra respuesta depende de nuestros valores, nuestros compromisos y nuestro sentido de pertenencia a toda la raza humana, en comparación con la identificación con una determinada nacionalidad, raza, religión, estatus socioeconómico, etc.

Los historiadores consideran que la peste bubónica, por citar sólo un ejemplo, dio lugar a una sociedad mucho más violenta que la anterior: la mortalidad masiva abarató la vida y provocó un aumento de las guerras, la delincuencia, las revueltas populares y las persecuciones. Al haber matado a la mitad de la población de todo un continente, tuvo un efecto tremendo en el advenimiento de la revolución industrial, en la esclavitud y en la servidumbre.

También esta pandemia ha desencadenado una convulsión social como pocas personas vivas han presenciado antes. Ha puesto de manifiesto nuestra fragilidad. Ha hecho añicos la ilusión de que tenemos el control. Ha humillado nuestra arrogancia. La arrogancia de que podemos enseñorearnos de la naturaleza como nunca antes lo habíamos hecho gracias a nuestra tecnología, nuestros avances científicos y nuestras redes mundiales se ha demostrado completamente errónea. Irónicamente, los propios avances, que nos hemos acostumbrado a ver como la fuente de nuestra fuerza, se convirtieron en un factor importante en la propagación del virus. Nos ha mostrado nuestra total vulnerabilidad, no a pesar de nuestro supuesto progreso y avance, sino a causa de ellos. Ya podemos ver cómo nuestras instituciones, hábitos, relaciones y cultura empiezan a cambiar.

¿Cómo haremos frente a la incertidumbre financiera, mortal y cotidiana generalizada? ¿Seguiremos arrojando dinero, ciencia, tecnología y política a nuestros problemas y esperando que, de algún modo, los resultados sean mágicamente diferentes de lo que han sido en el pasado? Me viene a la mente una frase popular: "La definición de locura es hacer las mismas cosas una y otra vez y esperar resultados diferentes".

¿Implica esto que nos resignemos al destino, abandonemos toda acción, todo esfuerzo y nos retiremos del mundo? El Bhakti Yoga sugiere lo contrario.

El virus Corona como catalizador espiritual

En el Bhakti Yoga, los sentimientos de impotencia, vulnerabilidad e incertidumbre se consideran valiosas oportunidades. Cuando nuestro inflado ego material disminuye, aunque sea temporalmente, ante una crisis abrumadora, nos sentimos incómodos. Nos asusta. Sin embargo, puede sacudirnos de nuestro estupor espiritual.

La mayoría de los "humanos" llevamos una existencia animal. Rara vez pensamos más allá de comer, dormir, aparearnos y defendernos, algo que concierne incluso a los animales. Si analizamos detenidamente, la mayor parte de la actividad humana es poco mejor que una versión más refinada y pulida de lo que los animales también se esfuerzan por hacer. Día y noche estamos ocupados haciendo elaborados preparativos para tan viles afanes.

Sin embargo, crisis como esta pandemia nos sacuden colectivamente de nuestras rutinas establecidas. De repente nos enfrentamos a la inevitabilidad de la vejez, la enfermedad y la muerte, de una forma tan descarnada y en nuestra cara que ya no es posible evitar mirar. ¿Por qué envejecemos, enfermamos y morimos, aunque no queramos? ¿Qué ocurre después de la muerte? El Bhakti Yoga nos enseña que sólo cuando empezamos a buscar respuestas a estas preguntas nuestra conciencia comienza a expandirse.

Sin embargo, una advertencia para los más filosóficos. Es fácil y tentador perderse en interminables especulaciones mentales abstractas que sirven de poco en la práctica. El ideal del Bhakti Yoga no consiste en utilizar el filosofar y teorizar sin fin como otro escape temporal de la realidad.

En su lugar, se nos aconseja escuchar con humildad, con una mente desprejuiciada, y meditar sobre las respuestas de maestros espirituales autorrealizados que han preservado perfectamente la sabiduría eterna de su tradición. Cuando hacemos esto con constancia, empezamos a ser conscientes de nuestra verdadera realidad, nuestra verdadera identidad y nuestro propósito en la vida. Empezamos a comprender y modular nuestros pensamientos, sentimientos, deseos, aspiraciones, miedos e inseguridades, en lugar de ser esclavos de ellos. Nos volvemos más receptivos y compasivos. Podemos ver con más claridad la condición humana. Nuestra limitada visión del mundo crece. Nuestra mentalidad se hace más grande e inclusiva. Somos capaces de sumergirnos en los aspectos más profundos de nuestro ser. Indagamos y escuchamos a nuestro interior y a los demás. De ahí surgen la verdadera sabiduría, la perspicacia y la transformación.

Reflexiones de despedida

Si queremos ser más resistentes y estar mejor preparados ahora y en el futuro, tiene que producirse un cambio absolutamente fundamental en nuestra mentalidad. Tenemos que reconocer que nuestra cultura nos ha dejado mal equipados para afrontar situaciones como ésta. Carentes de conocimiento espiritual, guía e inspiración, todos los esfuerzos por mejorar nuestra condición material son inútiles. De hecho, la propia quiebra espiritual es la causa de nuestro sufrimiento. Así que depende de nosotros si seguimos sufriendo o cultivamos este conocimiento. Pero..

¿Dónde se encuentra este conocimiento?

La sociedad occidental moderna idolatra la juventud y la belleza. Si eres joven, guapo y estás a la moda, eres digno de atención. Eres importante. Tienes valor. Eres importante. La identificación de nuestro "yo" con nuestro "cuerpo" es tan fuerte que la gente toma medidas desesperadas y drásticas para no envejecer o, al menos, parecer "vieja". La pandemia nos obliga ahora a revalorizar a los ancianos y a examinar de cerca...

¿Somos sólo "cuerpos" perecederos y prescindibles con fecha de caducidad?

Nos hemos creído la idea moderna de que "podemos definir quiénes queremos ser". Utilizamos la educación, la profesión, el consumo (lo que elegimos comprar) y la actividad (lo que elegimos hacer y experimentar) para crear y mostrar este "yo auténtico" a los demás. Esto constituye una fuente de identidad increíblemente inestable, fugaz y frágil que busca reconocimiento y validación constantes. Los cierres, al quitarnos nuestras citas, nuestros conciertos, nuestros torneos, nuestra capacidad de comprar cosas, en realidad están desafiando nuestro sentido de identidad. Del mismo modo, un despido es estresante no sólo por la imaginada pobreza y hambre futuras. Tenemos el mismo miedo, si no más, a enfrentarnos y descubrir nuestra falta de un propósito global en la vida, lo que a su vez amenaza nuestra identidad. Por tanto, necesitamos descubrir..

¿Cuál es la fuente de identidad más sólida?

Nos aterroriza la muerte: el fracaso final, la tragedia definitiva. Nos pasamos la vida intentando olvidar la existencia de la muerte. La ignoramos. Nos abstenemos de hablar de ella. Nos aferramos desesperadamente a la longevidad, esperando hasta el final que de algún modo escaparemos de ella por arte de magia. Pero sabemos..

¿Realmente nos mata la muerte?

Les dejo que reflexionen sobre un verso místico del Bhagavad Gita, que contiene la semilla de las respuestas a todas las preguntas planteadas anteriormente.

Nunca hubo un tiempo en que yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; ni en el futuro ninguno de nosotros dejará de ser. [Bhagavad Gita - 2.12]

Si quieres profundizar en la ciencia de la espiritualidad, te recomiendo encarecidamente el libro "Bhagavad Gita, tal como es" de H.D.G A C Bhaktivedanta Swami Prabhupada. Te ayudará a encontrar respuestas y explicaciones detalladas a las preguntas planteadas anteriormente, a expandir tu conciencia y a saborear de primera mano lo que es vivir espiritualmente. Su mensaje es universal, por encima de cualquier confesión religiosa. No es necesario que se adhiera a ninguna fe o dogma en particular. Todo lo que necesitas es acercarte con humildad y estar abierto a la reflexión. ¡Hare Krishna!

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